Se requiere mucho más que dones o unciones. La manera que respondemos a los tratos de Dios en el corazón de aquel que tiene un llamado de profeta hace toda la diferencia entre si está listo para ser comisionado o no. De hecho, determinará si será conocido como un ministro falso o verdadero delante de Dios. Demasiados han sido lanzados antes del tiempo y la iglesia ha pagado un precio alto.
Un llamado simplemente indica que hay ese potencial, pero el potencial se realiza conforme a cómo respondemos a los tratos de Dios mientras que afine a nuestro corazón y carácter. Jesús Mismo mencionó que uno puede profetizar, hacer milagros y hasta echar fuera demonios en Su Nombre sin ser conocido ni reconocido por Dios (Mateo 7:21-23). Conocemos a los profetas (y a otros ministerios también) por sus frutos.
La responsabilidad del profeta es representarle a Dios y enunciar el mensaje que Dios le haya dado. Es más que simplemente declarar ese mensaje acertadamente. Debe de hacerlo a la manera que refleja correctamente el Corazón y la intención de Dios. Esto significa que tenemos que comunicar no solamente las palabras acertadas, sino también el ánimo de Dios, la actitud correcta, y nuestro estilo personal no debe de estorbar el mensaje.
Si la persona siendo ministrada se acuerda más del profeta que el mensaje, el profeta ha fallado.
Cuando Cristo habló a la mujer samaritana en Juan Capitulo 4:16-20, no gritó. No actuó de manera ostentosa ni mística. Simplemente dirigido por el Espíritu Santo dijo, “Ve, llama a tu marido, y ven acá.” Naturalmente sobrenatural.
La mujer respondió y dijo: “No tengo marido.”
Jesús le dijo: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. “
Impresionada y sorprendida, por cuanto las palabras de Cristo eran acertadas, y no pudo haberlo conocido naturalmente, la mujer respondió: “Señor, me parece que tú eres profeta.”
Cristo no llamó la atención a Sí mismo, no comenzó a temblar. No buscó impresionarla con un anuncio en voz alta, “El Espíritu del Soberano Dios me ha revelado los secretos de tu corazón.” CRISTO PERMITIÓ QUE LA PALABRA PROFÉTICA HABLARA POR SÍ MISMA. El resultado es que la mujer se dio cuenta que Dios hablaba por medio de Él y que Dios le conocía.
Después de conversar un poco más, la mujer dijo, “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.”
Fue entonces que Jesús, dijo: “Yo soy, el que habla contigo.” (Juan 4:25-26)
Cristo entendió que Su trabajo era representar correctamente al Padre y dirigir la gloria a Él. No habló de Su propia cuenta, sino que habló solo lo que escuchó de Su Padre. Habló de la manera que la atención fuera dada al Padre y no a Sí Mismo.
En otra ocasión Cristo dijo: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.” Juan 8:29
En Juan 7:16-18 también declaró, “16 …Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. 17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. 18 El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.”
Un profeta verdadero y maduro no se mete en el camino. No estorba lo que Dios quiere hacer. No roba la atención que pertenece a Dios. Acán robó de Jericó lo que pertenecía a Dios. La gloria y el siempre pertenece a Dios no a nosotros (Josué 7:1). Giezí tomó lo que no le pertenecía y también pagó un precio (2ª Reyes 5). Aunque Giezí era uno de los hijos de los profetas (tenía un llamado de profeta), , habiendo sido discipulado y formado por Eliseo, nunca más escuchamos de él. Su ministerio nunca se realizó. .
El profeta verdadero no ministra para entretener ni para impresionar a otros, sino que entiende que su trabajo es representar correctamente el corazón y la intención de Aquel que le envió, y dirigir la atención y la gloria a Dios. El profeta sabe que es apenas el mensajero y representante de Otro, y actúa de una manera para agradar a Aquel que representa.
Las profecías que ministramos deben de tener suficiente sustancia que no necesitan manipular a otros por medio de fingir autoridad levantando el volumen de nuestra voz, ni con el uso de actos o gestos místicos. Si es que nuestras palabras no tienen sustancia, entonces a lo mejor era pura conjetura propia, y más vale guardar silencio.
En Juan 3 parece que los discípulos de Juan el Bautista estaban un poco molestos que después de que Juan dio testimonio de Cristo, las multitudes comenzaron a seguir más a Cristo que a él. No les pareció justo, pues ellos amaron a Juan y querían ver su ministerio volver exitoso. Ahora llegó Cristo, el Rabino nuevo, a la escena disfrutando un mayor éxito. Ellos no entendieron. Pero Juan lo entendió. Juan el Bautista sabía que su trabajo no era atraer todos a sí mismo, sino a Cristo, y les dijo, “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” (Juan 3:30)
Por cuanto Juan el Bautista comprendió la importancia de no robar la gloria de Cristo, Jesús dejó un testimonio impresionante acerca de él declarando. “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista.” (Mateo 11:11)
El principio bíblico está claro: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Santiago 4:10
Hay ocasiones cuando el mensaje puede ser más intenso, pero siempre la verdad con amor. Hay otros tiempos cuando el mensaje es más suave. Nuestro trabajo es entregar el mensaje tal como el Autor lo quiere entregado, con el mismo amor, con el mismo ánimo y actitud, y dirigir la gloria y la atención a Dios, y no a nosotros mismos.
Al final de las cuentas, si después de ministrar las personas queden más impresionados con el mensajero que transformados por el poder del mensaje y el Corazón del Autor del mensaje, entonces hemos fallado.
UNA ORACIÓN:
Padre Santo, gracias por haberme escogido como hijo Tuyo. Más que cualquier ministerio, reconocimiento, más que cualquiera fama que pudiera recibir, cualquiera provisión, o el operar en alguna unción, el privilegio más grande que tengo en la vida es ser llamado “hijo de Dios” (1ª Juan 3:1). Ayúdame a siempre recordar de mi propósito, de representarte a Ti, y no a mí mismo. Me escogiste para ayudar a edificar a Tu iglesia, no a “mi ministerio.” Para dar gloria a Ti, y no a mí mismo. Para establecer a Tu Reino, y no levantar a mi propio castillo. Perdóname por las veces cuando no Te representé bien, cuando quise tomar una porción de la gloria por mí mismo en vez de entregar todo a Ti. Ayúdame a despojar de mi mismo todo egoísmo, todo amor del dinero, toda necesidad de los aplausos del hombre. Crea en mí un espíritu recto, humilde, lleno de la clase de amor que exhibiste en la cruz del Calvario. Me dedico a buscar Tu rostro, y a conocerte más para representarte mejor. Gracias, Señor para perfeccionar la buena obra que has iniciado en mí. Amén.
Por Cliff Bell, © 19 de mayo, 2018, Todos los derechos reservados.
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MÁS ESCRITURAS PARA LEER Y MEDITAR:
Filipenses 2:5-11 “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
2ª Timoteo 2:3-5 “3 Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. 4 Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. 5 Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.”
Exelente..gracias