Una actitud bíblica hacia la profecía personal

CÓMO RESPONDER A LA PROFECÍA PERSONAL – PARTE 1

Una actitud bíblica hacia la profecía personal

En el Cuerpo de Cristo hay todavía mucha ignorancia y conceptos erróneos en cuanto al ministerio profético y la profecía personal. Para aquel que tenga oído que oiga, el Espíritu Santo quiere madurar el ministerio profético en Su Iglesia.

La profecía no es adivinación, que te dirá lo que quieres oír. La profecía tampoco es simplemente una cuestión de abrir la boca y declarar lo que se te ocurra. Aquellos que profetizan a otros necesitan no solo discernir la Voz de Dios, necesitan conocer el corazón de Dios para poder compartir Su intención con otros. Aquellos que reciben profecía personal necesitan entender los principios bíblicos sobre la misma para poder responder correctamente.

Si queremos desarrollar una actitud correcta hacia la profecía personal, tenemos que consultar el Manual, la Biblia, la Palabra establecida de Dios.

Uno de los principales problemas que he visto es que demasiados cristianos forman sus creencias sobre la base equivocada, sobre una experiencia impactante que tuvieron, sobre las palabras de un predicador o artista famoso en lugar de lo que dice la Palabra de Dios. Desafortunadamente, los cristianos que dicen que son “apostólicos y proféticos” son a menudo los menos disciplinados en el estudio de la Palabra de Dios. Eso tiene que cambiar. Debemos ser como los bereanos que escudriñaban las Escrituras diariamente para ver si lo que predicaba el apóstol Pablo. era verdad (Hechos 17:11).

Hay muchas enseñanzas erróneas con respecto a la profecía personal que algunos han aceptado simplemente porque les “suenan bien”; sin embargo, no tienen fundamento bíblico.

Una de estas falsas enseñanzas dice que, si una profecía no es de Dios, no se cumplirá, y si es de Dios, se cumplirá sin importar cómo respondamos o lo que hagamos. Este tipo de actitud fatalista no es bíblica.

Al contrario, en las Sagradas Escrituras vemos que la forma en que respondemos a Dios siempre determina el resultado. La pasividad nunca es una respuesta correcta a Dios.

EL PROPÓSITO DE LA PROFECÍA PERSONAL

Sabemos que las palabras de Dios son espíritu y son vida (Juan 6:63). Cristo vino para darnos vida abundante (Juan 10:10) y para testificar de la verdad (Juan 18:37). El vino para reconciliarnos con Dios y nos ha encargado dar seguimiento de ese ministerio de la reconciliación (2ª Cor. 5:18). Las palabras proféticas a nosotros tienen estas mismas metas.

1ª de Corintios 14:3 nos revela que el don de la profecía es para la edificación, la exhortación y la consolación. 1ª de Corintios 12:7 dice que los dones (incluso la profecía) son dados a cada uno para provecho.” Si una palabra verdaderamente es de Dios, habrá algo de provecho, tendrá un fin positivo. Una verdadera palabra de Dios puede impartir vida y desatar el poder de Dios a nuestro favor. Un ministro, amigo mío, me ha dicho varias veces que una sola profecía que yo le di hace unos años, le cambió su vida y su ministerio tremendamente para bien. ¡Gracias a Dios! Yo podría contarle cientos de testimonios similares.

Sin embargo, en la Biblia leemos de muchas profecías verdaderas dadas por profetas verdaderos que no se cumplieron en la forma indicada porque la persona que la recibió no respondió correctamente. Algunas de estas profecías fueron dadas directamente por Dios mismo. Obviamente, en esos casos ¡el problema no era el Vocero!

Hebreos 4:2 nos cuenta de la generación de hebreos que salió de Egipto y a quienes Dios le dijo que les llevaría a poseer la Tierra Prometida. Sin embargo, esa generación no vio el cumplimiento. Hebreos 4:2 dice “no les aprovechó oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.” Su incredulidad y falta de obediencia impidió el cumplimiento de la profecía que Dios mismo les dio. En este caso la profecía no fue cancelada completamente, sino que fue transferida a la próxima generación que creyó y poseyó la tierra.

SE REQUIERE CREER Y ACTUAR EN OBEDIENCIA

Los hebreos que poseyeron la Tierra Prometida no solamente tuvieron que creer con el corazón – tuvieron que tomar pasos prácticos, vestirse para la guerra, tomar sus armas en sus manos y enfrentar en batalla a los gigantes de Canaán. Dios les había dicho en muchas ocasiones que Canaán era la tierra que Él les (ya) les dio como herencia y que había entregado a sus manos. Sin embargo ellos tuvieron que hacer más que orar, más que creer; ¡tuvieron que actuar! Cuando ellos actuaron en fe y en obediencia, Jehová peleó por Israel (Josué 10:14) y realizaron el cumplimiento.

SOMOS HUMANOS – VAMOS A COMETER ERRORES

Nuestra familia tiene una vajilla de gres. Es una buena vajilla y a mi esposa le gusta usarla cuando cenamos. El problema es que, aunque tengamos cuidado con los platos, cada vez que los usamos corremos el riesgo de romper un plato. Cuanto más los usamos, más riesgo hay. Durante varios años fuimos una familia de ocho personas, y los niños ayudaron en la tarea de lavar los platos. Por la gracia de Dios, hemos perdido muy pocos platos, ¡pero ha habido algunas pérdidas en los últimos 30 años! Así es con los dones del Espíritu y de profecía. Cada vez que usamos nuestros dones corremos el riesgo de equivocarnos porque estamos hechos de barro. Los platos están hechos de gres, más resistente que el barro. ¡Imagina cuántos platos más se habrían roto si hubieran sido hechos de barro!

2ª Corintios 4, versos 6 y 7 nos enseñan que todos nosotros somos vasos de barro. Todos, aun los más espirituales y maduros, fallamos, nos equivocamos de vez en cuando. Nuestras intenciones buenas, nuestros años de experiencia y nuestras victorias previas no son suficientes para evitar un error cada vez.

Cuando hay una falta de experiencia, inmadurez y una falta de conocimiento de la Palabra de Dios es garantizado que habrá aspectos problemáticos con la ministración profética de vez en cuando. Dios nos habla perfectamente bien, pero nosotros, como vasos de barro, a veces escuchamos mal, malinterpretamos lo que Dios ha dicho, o no transmitimos bien el mensaje. Hay muchos que piensan que han escuchado de Dios pero la verdad es que están proclamando sus propias convicciones no inspiradas, sus buenos deseos, o de su propia imaginación – y pueden causar mucho daño.

EL VASO DE BARRO QUE SIRVE AGUA VIVA

¿Has bebido alguna vez agua guardada en un cántaro de barro? Los que tienen pueden testificar que el sabor de la arcilla penetra y afecta el sabor del agua.

Piense por un momento en esta ilustración bíblica en relación con el ministerio profético. Cristo declaró, con relación a la ministración de los dones espirituales, que será “ríos de agua viva” (Juan 7:38) que correrán de nuestro interior (nuestro espíritu).  Lo que recibimos (percibimos, escuchamos o vemos) de Dios es por la inspiración del Espíritu Santo a nuestro espíritu humano redimido. El problema es que antes de que podamos declarar o profetizar lo que hemos recibido, esa información primero pasa por nuestra mente de barro, porque la mente controla la boca.

El vaso de barro se refiere a nuestro cuerpo y alma (intelecto, voluntad y emociones). Nuestro espíritu se perfecciona instantáneamente cuando nacemos de nuevo, pero no así nuestra alma. Se nos ordena comenzar un proceso intencional, progresivo y continuo de renovar nuestra mente con la Palabra de Dios (Romanos 12:2; 2 Corintios 4:16; 10:3-5). Mientras vivamos en esta tierra contaminada, ese proceso tiene que continuar.

Imagínate por un momento todo lo que está en el alma que podría afectar la palabra profética… nuestra personalidad, nuestro entendimiento natural, nuestra educación, las experiencias pasadas, nuestros prejuicios, nuestras heridas, nuestro vocabulario, nuestras motivaciones (sean buenas o malas), nuestro carácter (o falta de carácter), etc. etc.

LA MENTE – UN FILTRO LIMPIO O CONTAMINADO

La mente de la persona que profetiza sirve como un filtro. Si es que conoce bien la Biblia y entiende bien el propósito de Dios la mente puede ser de provecho, ayudándole a ministrar con sabiduría y con orden. Si es que NO conoce bien la Biblia, si NO entiende el propósito de Dios, entonces su mente puede ser como un filtro contaminado que obstruye y contamina el flujo del agua.

Por ejemplo, si uno no entiende la misericordia y el amor de Dios, si no entiende que Dios quiere reconciliar y restaurar, puede usar el don de discernimiento de espíritus para identificar acertadamente un área de pecado o de debilidad en la vida de alguien, pero en vez de ministrarle una palabra que le ayude a vencer a ese enemigo de su alma mediante el arrepentimiento [sabiendo que la bondad de Dios nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4)], le puede ministrar rechazo y condenación, humillándole en frente de todos, y distanciándole aún más de Dios que antes.

Da un poco de miedo, ¿no? Todos los elementos negativos de nuestra alma pueden torcer, malinterpretar o alterar la palabra. Incluso si las palabras que usamos son acertadas (correctas según los hechos), si nuestra ACTITUD con la que ministramos no refleja el amor de Cristo, puede comunicar el mensaje equivocado.

Por lo tanto, cuando nos atrevemos a ministrar proféticamente, debemos asegurarnos de estar limpios ante el Señor, sujetos a Su Palabra y bajo la debida autoridad espiritual. De hecho, en la Red Global Christian International creemos firmemente en la rendición de cuentas a nuestros líderes. También grabamos toda profecía personal para que no quede duda sobre lo profetizado. Entonces la profecía puede ser juzgada apropiadamente.

EL ESTILO DE LA PERSONA QUE PROFETIZA

Me gustan los mariscos. Pero uno tiene que comer un filete de pescado con cuidado debido a las espinas que pueden estar presentes. De la misma manera, el Apóstol Pablo sabía que el elemento humano podía introducir errores y confusión en el ministerio profético. Por eso nos exhortó diciendo: “No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo, retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:20,21). En otras palabras, tenemos la responsabilidad de juzgar la profecía para determinar su veracidad, discernir si es de Dios e identificar cualquier elemento de la profecía que pueda ser del hombre o incluso de un espíritu engañador.

VEMOS POR ESPEJO, OSCURAMENTE

1ª Corintios 13, verso 12 nos revela que, bajo las mejores circunstancias, “vemos por espejo, oscuramente.” A veces Dios nos habla de una manera contundente y clara, pero la mayoría de las veces de manera muy sutil, con el silbo apacible y delicado. Hay tiempos cuando Dios solo nos da una impresión ligera o una visión borrosa. Si es que usamos las palabras “así dice el Señor” debamos hacerlo con cuidado y con el temor de Dios para no tomar Su Nombre en vano.

Si lo que percibes de Dios viene de una forma menos clara (como una impresión leve) es mejor primero decir algo como, “esto es lo que estoy percibiendo” y simplemente contarles lo que hayas percibido sin atribuirlo a Dios. Si era de Dios, será evidente en tiempo. Si no lo fue, el atribuirlo a Dios podrá causar daño y confusión.

Tenemos que usar los dones del Espíritu con una actitud humilde y responsablemente, sabiendo que fueron dados por Dios para que los usemos para cumplir Su voluntad y propósito, no los nuestros.

EXAMINADLO TODO, RETENED LO BUENO

Toda lo que percibimos espiritualmente necesita ser juzgada con la “palabra profética más segura” que es la Santa Biblia. Nunca debemos recibir profecías de una manera tan fatalista, o corremos el riesgo de ser engañados. Por causa del vocero humano, cada palabra profética puede contener “espinas” como el filete del pescado, pero vale la pena examinarla y sacar los elementos erróneos para poder retener lo bueno, lo nutritivo, lo provechoso, y aprovechar de la palabra de Dios para nuestras vidas.

Cada cocinero tiene su estilo favorito de preparar un platillo. Algunos usan pocos condimentos mientras otros bañan un filete de pescado en una salsa picante (chile o ahí) al grado que provoca lágrimas al comérselo. En la gastronomía mexicana, los condimentos pueden ser potentes y picosos al grado que ni puedes discernir el sabor del pescado. Así es con la profecía también.

El estilo de ministrar una profecía puede variar mucho. Algunos son súper tranquilos mientras que otros gritan y ministran de una forma dramática. Cuando recibimos una profecía tenemos que discernir cuánto fue la profecía actual y cuánto fue la emoción o el estilo de la persona. A mí me gusta el chile (ahí) en la comida, pero en la ministración profética tenemos que usar la receta que Dios indica si vamos a representarle bien. Un chef bueno sabe que el platillo no es para sí mismo, sino para la persona que le pagó cocinar por él.

Algunos son tan ostentosos que algunos no pueden oír ni aprovechar el mensaje por el estilo tan “picoso”. Tenemos que asegurar que estamos sirviendo la profecía de una forma para que ellos pueden entender y disfrutar el mensaje que Dios quiere comunicarles sin ser estorbados por nuestro estilo.  Si nuestro estilo de ministrar (sea con gritos o movimientos dramáticos) roba la atención de Dios, o si estorba que el mensaje sea recibido, entonces está fuera de orden.

Cuando alguien nos profetiza, tenemos que mantener el equilibrio entre juzgar la palabra para no ser engañados, y a la vez responder con fe y creer lo que sí es de Dios para poder prosperar (2ª Crónicas 20:20).

  • ¿Cómo podemos juzgar la profecía sin menospreciarla?
  • ¿Cuál es la naturaleza de la profecía personal?
  • ¿Cómo podemos asegurar que estamos respondiendo bien a Dios y cooperando con Él para ver el cumplimiento de nuestra profecía?
  • ¿Cuáles cosas en nuestras vidas pueden impedir o tardar el cumplimiento?
  • ¿Cómo podemos apurar el cumplimiento de nuestra profecía personal?

Voy a responder a esas preguntas y más en la continuación de esta enseñanza.

Por Cliff Bell, © 28 de febrero, 2012 (primera publicación). Editada y republicada el 8 de julio, 2022. Todos los derechos reservados.

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