Milagros y manifestaciones sobrenaturales no significan que Dios aprueba de las acciones, método o carácter del ministro. Dios frecuentemente permite milagros por amor al pueblo a pesar de un líder que Le está mal representando.
En Números 20, el pueblo de Israel estaba en el desierto y tenía sed y comenzó a murmurar. Moisés y su hermano Aarón se presentaron delante del Señor. En versículo 8 Dios le instruyó específicamente a Moisés que HABLASE a la peña para que agua brotara.
Pero Moisés estaba enfadado con la murmuración de la gente. Se los habló fuertemente y con rabia los llamó “rebeldes”.
Luego, en vez de hablar a la peña, tomó su vara y la GOLPEÓ
– dos veces.
El agua fluyó. Era un milagro.
El pueblo y todos sus animales pudieron saciarse del agua. Pareció que fue todo un éxito.
Pero Dios no estaba contento con Moisés y Aarón.
Números 20:12 dice:
“Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.”
La Nueva Traducción Viviente lo dice de esta manera:
“«¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!».”
Dios permitió el milagro por Su misericordia para con el pueblo. Pero Moisés no había representado bien a Dios, ni Le había honrado como Santo delante de ellos.
Moisés había desobedecido instrucciones específicas. Sus acciones híper-dramáticos en combinación con su ira y palabras fuertes hacia el pueblo no representó correctamente al Rey de Gloria. Le costó su entrada a la Tierra Prometida.
Hay ministros que parecen tener éxito porque los milagros fluyen. Tienen el reconocimiento del hombre y los aplausos. Pero, al final de las cuentas, si no representaron bien a Dios, ¿qué les costará?
Milagros no son suficiente prueba de que Dios está feliz con el ministro o que haya aprobado su método, ni mucho menos de una actitud negativa de su corazón.
Cuando Cristo fue traicionado por Judas en Getsemaní, (Juan 18:10-11), Simón Pedro no representó a Cristo al herir a Malco con su espada cortándole la oreja derecha. Cristo le tuvo que reprender e instruir a poner su espada en su vaina, y sanó a Malco. Gracias a Dios que Pedro aprendió de su experiencia y volvió uno de los líderes más importantes de la Iglesia Primitiva.
¿Cuántas veces ministros se ofenden por alguna ofensa percibida de parte del pueblo y se les “corta las orejas” con sus palabras fuertes? En muchos casos las personas que les han frustrado ni están presentes, pero toda la congregación recibe los golpes. ¿Cuántos ministros hacen esto para hacerse sentir más grandes, y se auto justifican por los milagros que Dios permite por Su misericordia al pueblo?
Jonás no representó bien a Dios en Nínive. Ni quiso ir porque tenía un disgusto fuerte para esa ciudad que era la capital de la nación que había devastado a su tierra por años.
Jonás no pudo superar a sus sentimientos negativos hacia los habitantes de Nínive. No pudo comprender por qué Dios les tuviera misericordia y detuviera el juicio que había proclamado cuando Nínive se arrepintió. Jonás estaba más preocupado acerca de su comodidad personal cuando se murió la planta que le daba sombra.
Después de una sola tarea en la cual no representó bien a Jehová, nunca más escuchamos de Jonás. Su ministerio fue de corta duración. ¿Cuántos ministerios hoy son de corta duración porque no representan bien a Dios?
Ministros también somos vasos de barro. Es cierto. Y Dios en Su misericordia nos ha dado una responsabilidad muy grande y temible.
No fuimos escogidos por nuestro talento, por nuestra sabiduría, ni buen comportamiento. Es por la gracia de Dios.
Cuando nos creemos muy importantes y ungidos, debamos meditar nuevamente en esta Escritura:
“26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.” 1ª Corintios 1:26-29
La unción no pertenece a nosotros para lanzar según nuestros caprichos, ni para impresionar a los demás con nuestro ministerio. La unción pertenece a Dios para cumplir Su propósito, y es una responsabilidad temible.
Tenemos que aprender a morir a nosotros mismos, obedecerle a Dios, y permitir que Cristo sea visto y escuchado por medio de nosotros.
No podemos permitir que nuestras emociones nos dominen, ni que nuestro estilo robe la gloria que pertenece a Dios.
Cuando permitamos ser dominados por la frustración, la ira, el orgullo u otro aspecto de nuestra carne en nuestras vidas, el resultado es que mal representamos el Corazón del Padre a otros … dejamos de mostrar la Santidad de Jehová a los demás, y arriesgamos nuestro proprio destino profético.
Sea usted un pastor o no, todos representamos Cristo a alguien. Le invito a orar lo siguiente conmigo.
Padre Santo, vengo a Ti en el Nombre poderoso de Jesucristo. Sólo Tú eres Dios, el Gran Yo Soy. Sólo Tú mereces recibir toda la gloria y honra.
Gracias por haberme amado, salvado, justificado, y llenado con Tu Santo Espíritu (1ª Corintios 6:11). Gracias por haberme llamado y dado el gran privilegio de ser primeramente Tu hijo (1ª Juan 3:1), y también la responsabilidad uno de Tus representantes aquí en la tierra. Quiero andar como es digno de la vocación con que me llamaste (Efesios 4:1).
Te pido perdón por las veces que yo me engrandecí en mis propios ojos, cuando tenía un concepto más alto de mi mismo que lo que debía de tener, cuando traté a los otros como si fueran menores que yo.
Te pido perdón por las veces que no Te he representado bien, y no he mostrado Tu Santidad a otros. Te pido perdón por las veces que he perdido la paciencia, que me he frustrado con los otros – los que Tú amas más que a Tu Propia Vida. Te pido perdón por las veces que me he permitido engrandecer al grado que llamé la atención a mí mismo en vez de a Ti.
Gracias por Tus misericordias que se renuevan cada día (Lamentaciones 3:22-23), y por el perdón que me ofreces (1ª Juan 1:9). Lo recibo ahora mismo por la fe. Y por cuanto he recibido misericordia, puedo ser misericordioso. Por cuando he recibido de tu amor, puedo amar a otros. Por cuanto has sido paciente conmigo, puedo ser paciente con los demás. Hoy ejercito mi fe para que Tu amor sea derramado en mi corazón por el Espíritu Santo que me fue dado (Romanos 5:5).
Señor Jesús, Tú eres el Buen Pastor, la Iglesia es Tuya y no mía. Necesito representarte bien. Por lo tanto me someto a Ti, y por el poder de Tu gracia mostraré Tu amor y benignidad, hablaré la verdad en amor (Efesios 4:15) para ser un mejor representante Tuyo desde ahora en adelante. Me dedico a exhibir el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-24), tratando a otros con respeto y con dignidad sabiendo que es Tu benignidad que nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4).
Glorifica Tu Nombre a través de mi vida y en Tu Iglesia. Tuyo es el Reino, el poder y la gloria por siempre. Amén.
Por Cliff Bell, © 24 de agosto, 2019, Todos los derechos reservados.
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