En las primeras dos partes de esta enseñanza, destaqué que un ministerio fructífero y duradero necesita más que dones activados y una unción. Tal como un árbol requiere múltiples raíces profundas para traer estabilidad, fuerza y para suplir el alimento necesario para su desarrollo y para producir el fruto necesario, también un ministerio necesita lo mismo.
Quiero aclarar que debe de haber dones y unción, pero esas cosas en sí no es suficiente si tendrá el fruto correcto a largo plazo. Las señales y maravillas no confirman al ministro, confirman a la Palabra de Dios (Marcos 16:20).
Las raíces profundas no se desarrollen de noche a la mañana. Se requiere años para que crezcan lo suficiente para sostener un árbol grande. Muchos desean o piensan tener un ministerio grande, pero ministerios grandes y legítimos no se realicen en dos o tres años.
Hasta con Jesucristo Mismo, Su Padre Le preparó 30 años para desempeñar un ministerio de tres años y medio (un promedio de diez años por cada año de ministerio public).
Dios tiene a cada persona en un proceso individualizado de preparación. Ese proceso puede ser demorado por nuestra pasividad y desobediencia, o puede ser apurado si respondemos bien y consistentemente a las pruebas que Dios nos manda.
En esta instalación voy a destacar la importancia de la raíz del fruto del Espíritu.
El fruto del Espíritu. El fruto del Espíritu no es como un don que es dado. Son aspectos del carácter que tienen que desarrollarse en el temor de Dios y sometiendo a los procesos de Dios en nuestras vidas.
Capítulos 12 al 14 de 1ª Corintios hablan de los dones espirituales. Justo en medio de la enseñanza acerca de la operación de los dones, el Capítulo 13 enfatiza cuál debe de ser nuestra motivación: el amor. El amor por Dios y por otros.
Si uno no exhibe ese amor su ministerio no tiene ningún valor delante de Dios a pesar de las maravillas y poder sobrenatural que se manifieste. El Apóstol Pablo no cambió de tema en el Capitulo 13. El tema sigue siendo el tema principal la operación de los dones, pero que sean manifiestos por el amor.
El amor es el primero y el cimiento de todos los demás frutos del Espíritu. Veamos lo que dice la Escritura:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Gálatas 5:22-25
El vivir por el Espíritu y exhibir el fruto del Espíritu requiere que crucifiquemos la carne con sus pasiones. Esa es una decisión que tenemos que hacer intencionalmente cada día. Pero la hacemos por amor por Dios, en el temor de Dios para agradar a Aquel que nos llamó. Surge de obediencia a Su mandato de vivir digno del llamado que fuimos llamados (Efesios 4:1).
Es interesante que cuando Cristo habló de cómo distinguir entre profetas falsos y verdaderos, lo que mencionó no era la manifestación de poder sobrenatural, sino del fruto.
“15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis.” Mateo 7:15-20
¿A qué se refiere el fruto de un profeta (u otro ministro)?
El fruto se refiere al carácter de la persona y el resultado de la ministración. Los que son verdaderamente espirituales y de valor delante de Dios son los que tienen una vida caracterizada por el fruto del Espíritu. Los milagros nunca son suficiente evidencia de un ministro verdadero. Lo que tiene valor delante de Dios es una vida de amor.
La clase de amor que debe de manifestarse en nuestras vidas está definida en 1ª Corintios 13:
“4 El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. 5 No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. 6 El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. 7 Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” 1ª Corintios 13:4-7 (NVI)
El ministro verdadero tendrá más que milagros o profecías acertadas sino que vivirá con esa clase de amor.
- Tratará a otros con dignidad y con respeto.
- Guardará pactos.
- Exhibirá actitudes correctas y positivas hacia otros.
- Manejará sus finanzas con la ética y responsabilidad.
- Vivirá una vida sin reproche.
- Sus relaciones serán sanas y santas.
- No se auto-promociona sino que permitirá que Dios le abra las puertas.
- Su ministerio resultará en vidas e iglesias edificadas y vibrantes en vez de heridas o divididas.
1ª Juan 4 también habla de cómo distinguir los profetas falsos de los verdaderos. Una señal es que confiesa que Jesucristo ha venido en la carne (vs. 2). Pero el resto del capítulo habla de la vara de medir del amor. De hecho, dice enfáticamente que “él que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” 1ª Juan 4:8.
Si hay milagros pero falta amor, entonces puede ser que ese ministro es uno que está cumpliendo las palabras ominosas de Cristo:
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:22-23
Le animo a leer y a meditar en el capítulo entero de 1ª Juan 4. Pero destacaré estos puntos breves del pasaje:
- Tenemos que escoger cada día vivir en el amor de Dios hacia otros. Es un ejercicio diario de morir a uno mismo y de valorar a otros. Podemos valorar y amar a otros cuando comprendemos que Dios los valora y ama más que a Su propia Vida (1ª Juan 4:9-10). Si Dios los considera dignos de Su amor, ¿quién somos nosotros para contradecirle?
- El amor de Dios tiene que ser perfeccionado en nuestras vidas (1ª Juan 4:12, 17). Esto habla de un PROCESO. No sucede de noche a la mañana. Así que si usted experimente un día en que falló de vivir con tal amor, arrepiéntase rápidamente, reciba la gracia de Dios, determine hacer mejor en el futuro y sigue adelante. La misericordia de Dios se renueva cada día.
- Tenemos que permanecer en el amor permaneciendo en Dios (1ª Juan 4:16). Cuando nos recordamos de cuánto hemos recibido y beneficiado del amor de Dios, es más fácil caminar en amor por los otros. Dios ES amor. Cuando permanecemos en Él, por consecuencia Su amor permanecerá en nosotros.
Hay personas que para amarlos nos cuesta más. Es cierto. Pero no somos limitados a la reserva de nuestro propio amor. Romanos 5:5 nos dice: “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
Si acaso usted ha batallado demasiado amar a alguien, le animo a orar por esa persona en el Espíritu, en lenguas. Ese versículo nos destaca que el amor de Dios está disponible, y que será derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Una manera de “activar” el amor de Dios por otros es orando en el Espíritu. ¡Le desafío a hacerlo!
Piense de una persona que le ha ofendido, que le ha sido una piedra de tropiezo. Tal vez le considera un “enemigo”. Tal vez esa ofensa le ha robado de su paz y confianza con Dios.
Ahora, dedíquese a orar por esa persona en el Espíritu por 15 minutos diarios por un mes. Si lo haga, la Palabra de Dios le garantiza que el amor de Dios comenzará a brotar por esa persona.
Determine usted a vivir en el amor. Los galardones son eternos. Tal vez su ministerio no se aumentará en popularidad, pero sí se aumentará en valor y en calidad delante de Dios y en fruto bueno que permanece.
Por Cliff Bell, © 22 de septiembre, 2018, Todos los derechos reservados.
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Para leer desde la 1a Parte de esta enseñanza, sigue este enlace: Las raíces de un ministerio fructífero y duradero / Parte 1
Para leer la siguiente parte de esta enseñanza, siga este enlace:
Las raíces de un ministerio fructífero y duradero – Parte 4