En la primera parte de esta enseñanza, descubrimos que un ministerio legítimo necesita más que dones activados y una unción. Por supuesto que debe de haber esas cosas, pero esas cosas en sí no es suficiente para producir un ministerio fructífero y duradero. Así como un árbol requiere raíces profundas y bien desarrolladas para alcanzar su potencial, producir el fruto esperado, y poder aguantar las tormentas de la vida, un ministerio verdadero necesita raíces también.
Otra analogía que pudiéramos utilizar es de un edificio. Se requiere más que ladrillos, paredes, y techo. Si no tiene un fundamento, no podrá ser duradero. Con la primera lluvia fuerte el edificio se debilitará y en tiempo se caerá. Si acaso viene un temblor, durará menos tiempo.
Cuanto más alto el edificio es, más profundo y fuerte tiene que ser el fundamento. Cualquier ministerio que es una amenaza al enemigo recibirá resistencia y ataques. Los ministerios que no tiene su fundamento en orden no aguantarán.
Uno puede sostener la apariencia del éxito ministerial por un tiempo corto con unas “fachadas.” Me refiero a las “fachadas” de música conmovedora, una personalidad carismática, con gritos, la habilidad de hacer un show y de entretener a la gente.
Hasta los del mundo pueden reunir a una audiencia con un buen show, y pagarán para verlo. Pero no medimos el éxito espiritual por el tamaño de la audiencia ni de las ofrendas generadas. Si no están las raíces, el fundamento correcto, no estará presente la sustancia que produce vidas edificadas ni transformadas, y faltará la unción verdadera que pudre los yugos del enemigo.
Desgraciadamente, hay muchos ministerios que apenas tienen fachadas, una apariencia exterior de vida, pero al examinarlo de cerca, no hay fundamento ni sustancia. Estos ministerios, tarde o temprano, vendrán para abajo hiriendo a muchos en el proceso. ¿Acaso usted no lo ha observado? No vuelva usted una estadística de fracaso. Invierte en desarrollar a sus raíces ministeriales y personales.
Ya hemos examinado las raíces de la INTIMIDAD CON DIOS y el ESTUDIO BÍBLICO sistemático y consistente. Ahora vamos a examinar la raíz de las relaciones sanas.
RAÍZ 3 – Relaciones sanas con otros.
Ya hemos hablado de nuestra relación con Dios (la intimidad con Dios). Pero un ministerio que permanecerá también se requiere relaciones claves con otros, relaciones sanas y en orden.
Al diablo le es de mucho beneficio cuando hay cristianos, matrimonios o grupos de cristianos (iglesias) llenos de conflicto, ofensa, y división. Los demonios tienen una fiesta en donde existen esas cualidades en la atmósfera o en un corazón. El diablo sabe que tales personas o ministerios son contaminados por su ofensa y por su amargura (Hebreos 12:15), y vulnerables a toda clase de influencia demoníaca.
Estos cristianos contaminados están engañados si piensan que pueden funcionar como ministros de reconciliación (2ª Corintios 5:18). En vez de ser una luz en la comunidad, traen vergüenza al Nombre de Cristo.
Si no hay arrepentimiento y sanidad, en tiempo vuelven voceros de demonios: pensando que están profetizando, lanzan adivinación y maldiciones. Sus jóvenes vuelven enfadados y corren de la iglesia pensando que Dios es así (Hebreos 12:15) porque Le hemos mal representado. Sí, al diablo le encanta esa clase de cristiano.
Por otro lado, Salmo 133 nos revela que en donde hay unidad también viene la bendición de Dios. Por eso es tan importante guardar en orden nuestras relaciones.
LA PRIMERA RELACIÓN ES CON SU ESPOSA (o si usted es mujer, con su esposo). Bíblicamente tenemos apenas dos relaciones que son de pacto sagrado: la primera es con Dios y la segunda es nuestro matrimonio. Para un ministerio fructífero y duradero nuestras prioridades tienen que estar en este orden:
- Dios es siempre Primero.
- Matrimonio
- Familia
- Ministerio
Si nuestra relación con Dios sufre, entonces nuestras demás relaciones sufrirán. Pero tenemos que poner el matrimonio y la familia ANTES que nuestro ministerio. Si el matrimonio está enfermo, el ministerio también volverá “enfermo,” anémico espiritualmente. Es igual con la familia.
Tenemos que invertir en nuestro matrimonio. Somos seres humanos, y cometeremos errores. Un matrimonio sano es uno en el cual ambos han aprendido a comunicarse frecuentemente y abiertamente, a perdonar mucho, a orar juntos, y a buscar juntos el rostro de Dios. Un esposo sabio invierte tiempo con su esposa; es bueno si trabajan o ministren juntos, pero también es necesario tomar tiempos de refrigerio juntos.
Yo he conocido a muchos ministros que se dedicaron tanto al ministerio que descuidaron a sus familias. Muchos de ellos terminaron en divorcio, con hijos desviados, o peor.
No hay caso tener a un ministerio grande si su familia termina destruida y sus hijos en el infierno.
La familia es la primera institución que Dios creó, ANTES que la Iglesia y el ministerio. El matrimonio es una figura profética de la relación entre Cristo y Su Iglesia, y tenemos que invertir en ello.
Ningún ministro, ningún pastor o apóstol o profeta es El Mesías. Usted no puede hacerlo todo y salvar a todo el mundo. Dios nunca nos llamó a hacerlo todo a solas. La carga del mundo entero no está apenas sobre sus hombros.
- El mejor regalo que puede dar a su esposa es amar a Dios con todo su corazón y buscar agradarle. Esto incluye amarla a ella tal como Cristo ama a la Iglesia y dio Su Vida por ella.
- El mejor regalo que puede dar a sus hijos es amar a su esposa. Doy gracias a Dios por el ejemplo que me dieron mis padres, el del amor para toda la vida.
- El mejor regalo que puede dar a su congregación es el ejemplo de un matrimonio sano y una familia sana.
Naciones discipuladas inician con familias discipuladas. El que sacrifica a su familia sobre el altar del ministerio arriesga perder las dos cosas.
Una necesidad vs. la tarea asignada – Yo he sido criticado por algunos por no viajar y ministrar tanto como ellos. Pero doy gracias a Dios que mi familia está en orden y mis hijos aman a Cristo y buscan servirle. Aprendí que Dios no me pidió desgastarme respondiendo a cada necesidad. Dios me llamó a obedecerle y cumplir las tareas que Él me haya asignado. Cristo no respondió a cada necesidad cada vez. No sanó a cada enfermo cada vez. Cristo hizo lo que Su Padre Le pidió hacer.
LA SEGUNDA RELACIÓN ES CON NUESTRA COBERTURA ESPIRITUAL. Cada ministro, aunque sea un apóstol o profeta maduro, necesita cuidado pastoral, alguien a quien rendir cuentas. Los ministerios que insisten a seguir como independientes tarde o temprano terminan con problemas serios.
Si usted no tiene con quién confesar una debilidad o una lucha y pedir ayuda, oración, o consejo usted es un blanco al enemigo. 2ª Corintios 4:7 nos asegura que Dios ha puesto el tesoro de su gloria en vasos de barro.
Todos somos hechos de barro y necesitamos ayuda de vez en cuando. Si usted no me cree, pregúntale a su esposa o a sus hijos (si no les tiene entrenados a decirle apenas lo que desea oír). Su familia no está ciega ni tonta, están conscientes de su barro, pero le ama y el amor cubre una multitud de errores. Si usted se humille y les pida ayuda, no solamente le ayudará, le respetará más. Usted será aún más fuerte y noble en sus ojos.
Me acuerdo de un ministro de renombre que en su día tenía uno de los ministerios más grandes del mundo, pero cayó en adulterio. Él se había dado cuenta que se estaba resbalando, pero no buscó a nadie. Comentó después, “yo no tenía nadie con quién platicar.”
La realidad es que ese ministro sí tenía una autoridad, pero se consideró superior a su autoridad por causa de sus logros y audiencias grandes. Se había rodeado de los que nunca expresaba una opinión opositora y que podía manipular. Sí tenía con quién hablar, pero no aprovechó de ello. En su orgullo, no deseando que nadie vea que no era perfecto, se aisló.
Cuando todo vino a luz, aquel ministro no se sometió al proceso de restauración que le dio su autoridad porque tenía mentalidad de orfandad en combinación de un complejo de “El Mesías.” Dijo, “si me bajo del púlpito, aunque por un par de años, el mundo se irá al infierno sin mí.” Que tremendo engaño y soberbio.
Uno puede tener un buen padre espiritual, pero si piensa como huérfano no le podrá reconocer ni responder a su autoridad. No es una cuestión siempre de la falta de padres verdaderos. También tenemos que aprender a ser hijos verdaderos, a comunicarnos, a ser humildes y corregibles, a pedir ayuda en los tiempos de necesidad. El ministerio de aquel hombre nunca se recuperó completamente. Yo he visto a esta misma historia triste volver a repetirse una y otra vez.
Una buena cobertura espiritual ofrece:
- Un ejemplo que seguir (1ª Corintios 11:1).
- Una visión que promover (Colosenses 2:6).
- Una unción que recibir y ministrar a otros (1ª Timoteo 4:14; 2ª Timoteo 1:6).
- Una autoridad legítima delegada. El que no está bajo autoridad no tiene autoridad. (Juan 12:49). La definición de “autoridad” implica que uno ha sido autorizado por otro. Si piensa usted que Dios es el Único que le reconoce, está caminando sobre hielo delgado.
- Una identidad y una familia a la cual pertenecer (Lucas 1:63-64). Fuimos creados para ser miembros de una comunidad cristiana, una “familia ministerial” así como es ilustrada por la Tribu de los Levitas, y las familias sacerdotales bíblicas.
- Un respaldo espiritual en intercesión y la guerra espiritual (Colosenses 1:3; Lucas 22:31-32).
- Una sinergia en las oraciones mediante el poder del acuerdo (Mateo 18:19; Deuteronomio 32:30).
- Consejo bíblico cuando hay confusión (Hechos 15:23-29).
- Un líder o “padre” espiritual, alguien a quién se pueda acudir para resolver un asunto, y que puede servir como un mentor (Deuteronomio 19:15; 2ª Tesalonicenses 2:11; Filipenses 2:19-22).
- Corrección y disciplina administradas en amor cuando es necesario (Hebreos 12:7-8).
- Y muchos otros beneficios más.
EN TERCER LUGAR, LAS RELACIONES CON OTROS MINISTROS.
Tenemos que asegurar que nuestras relaciones con otros ministros también son sanas. Aunque pertenezcan a otra denominación o red ministerial, si son cristianos somos hermanos y trabajando para el Mismo Dios. Puede haber diversidad de estilos, de métodos, y tal vez no estamos de acuerdo con cada puntos doctrinal (me refiero a doctrinas no esenciales a la salvación), pero podemos respetar y honrar el uno al otro en la unidad de la fe.
Cuando permitimos divisiones, la ofensa, el rencor, celos, la sospecha u otra cosa afectar a nuestras relaciones con otros ministros, nos contamina y entristece el Corazón de Dios. Además, frena o limita el avivamiento en la ciudad. No estamos en competencia. Si estamos en Cristo, estamos en el mismo equipo. Cuando mi hermano mete un gol para el Reino de Dios, si Cristo es glorificado, todos ganamos.
Si otro cristiano marca un círculo en la tierra para excluirle a usted, entonces haga usted un círculo más grande para incluirle a él. Sonríe. Determine ser un agente de reconciliación y de unidad.
EN CUARTO LUGAR, NUESTRAS RELACIONES CON LOS INCRÉDULOS.
Romanos 12:18 dice, “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.”
Sobre todo nuestro testimonio delante del mundo tiene que reflejar los valores del Reino de Dios.
Conozco de pastores que nunca hablan con el regidor ni con el acalde al menos que quieren pedirle un favor. Ni siquiera toman el tiempo para orar por ellos.
Nosotros somos mandados a orar por aquellos que están en autoridad civil y a procurar la paz, el bienestar, de ellos y a la ciudad (Jeremías 29:7). Dios quiere que Su Iglesia sea como una ciudad asentada sobre un monte y que bendiga a la ciudad con la Luz de Cristo, las buenas obras, la compasión y la generosidad.
¿Cuál es el testimonio o la imagen que tiene usted y su ministerio delante los líderes de la ciudad?
¿Con sus vecinos?
¿Pueden ver a Cristo en usted?
Parece que voy a tener que continuar con las otras dos raíces en una tercera parte. Entre tanto, si Dios le habló por medio de esta enseñanza, toma usted unos minutos para responderle.
- Si el Espíritu Santo le trajo convicción, arrepiéntase.
- Haga una cita con su esposa.
- Planea un tiempo para disfrutar con sus hijos.
- Pida a Dios una estrategia divina para reconciliar con aquel hermano con quien quedó una ruptura.
Por Cliff Bell, © 18 de agosto, 2018, Todos los derechos reservados.
Para leer desde la 1ª Parte de esta enseñanza, sigue este enlace:
Las raíces de un ministerio fructífero y duradero / Parte 1
Para leer la 3ª Parte de esta enseñanza, siga este enlace:
Las raíces de un ministerio fructífero y duradero – Parte 3
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